El hombre tiene su piel para estar en permanente contacto con el aire, así como el pez tiene la suya para estar en el agua. Para este fin, la piel posee órganos que le permiten aprovechar los elementos indispensables para la vida: aire, luz, tierra y calor solar. Nuestra piel por sus millones de poros tiene una doble función: eliminadora y absorbente. Por la piel eliminamos residuos orgánicos en tal proporción que representan un equivalente hasta del 30 por ciento de la eliminación de los riñones. En este sentido, el sudor es un producto equivalente a la orina.
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Cuanto más se activan las funciones eliminadores de la piel, menos trabajan los riñones y viceversa. La piel es un tercer riñón. Por eso es tan importante para la salud el sudar diariamente, aunque sea sólo una hora, pues con ello se evitan las dolencias de los riñones y se mantiene limpia la sangre.
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Además de su función eliminadora, la piel tiene la propiedad de absorber oxígeno del aire, calor y luz del sol y emanaciones magnéticas y eléctricas del ambiente. La piel es, pues, un tercer pulmón. Si se paralizan las funciones de la piel, aunque sean por unos minutos, se produce intoxicación y aun la muerte. Para realizar su doble función eliminadora y absorbente, la piel necesita estar libre de envoltura, en contacto con el aire, la luz y el sol, de donde resulta la importancia de los baños de estos elementos que deben tomarse diariamente, al menos durante una hora al levantarse.
Las aplicaciones adecuadas de agua fría sobre la piel activan sus funciones, de donde se entiende la importancia de la hidroterapia.
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Se podrá comprender ahora lo nocivas que son las ropas adheridas al cuerpo que impiden la ventilación de la piel. Camisetas, calzoncillos largos y de punto, ligas, corsé y cuellos o zapatos apretados son elementos de tortura y de castigo para nuestra salud. Nuestras ropas deben ser amplias, permitiendo las corrientes de aire sobre la piel, y el abrigo no debe ir nunca interiormente, sino superficialmente, reemplazando las camisetas por la manta y sobretodo.
Sobre la piel debemos usar ropa de hilo o algodón, jamás lana o materiales sintéticos, para facilitar la absorción de las materias expulsadas por los poros.
Los zapatos deben ser holgados y de material poroso, no comprendiéndose el absurdo de usar suelas de gomas o hule que impiden las corrientes eléctricas y magnéticas que purifican y vivifican nuestro cuerpo. Es por esto que es importante pasar un rato al día caminando descalzos sobre la tierra húmeda o el rocío del pasto.
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El medio más sencillo y al alcance de todos para activar las funciones de la piel consiste en la frotación de agua fría todos los días al salir de la cama, para lo cual basta con una toalla más o menos empapada en agua fría que se pasa por todo el cuerpo desde el cuello hasta la planta de los pies, sin restregar, vistiéndose sin secarse o volviendo así al lecho hasta que desaparezca la humedad.