La salud, que es normalidad funcional del organismo, sólo es posible con sangre pura y circulación normal de la misma en todo el organismo. Si colocamos la mano contra el sol, vemos en ella una masa rojiza, pues todos sus tejidos están impregnados de sangre, sin distinción de piel, nervios, músculos, venas, ligamentos y huesos.
Esto mismo ocurre en todo el cuerpo, de donde todos sus tejidos y órganos, desde la piel hasta la médula de los huesos están invadidos por la sangre, y se produce la muerte de los tejidos en donde se paraliza la circulación sanguínea, es decir, donde se presenta gangrena. Según esto, la sangre el la vida del cuerpo y de aquí el nombre de fluido vital con el que se le designa. La sangre es producto de la nutrición general y de la digestión en particular. Se elabora en el aparato digestivo, circula por arterias y venas bombeadas por el corazón y se purifica a través de los pulmones, de la piel y de los riñones.
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También es filtrada por el hígado y el bazo, siendo notable la acción de este último órgano que denuncia, por el iris del ojo izquierdo, la alteración que sufre su contextura y la impureza que causa en él la presencia de venenos inyectados en la sangre como medicinas milagrosas.
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Salvo la herencia malsana, la sangre pierde su pureza por respirar aire impuro, por desarreglos digestivos y por sofocar la piel con abrigos inadecuados que debilitan su trabajo de tercer pulmón y tercer riñón. La sangre impura se carga de materias extrañas, pierde su fluidez y se torna espesa y viscosa. Esta alteración entorpece su circulación de tal modo que escasea en la piel, en las extremidades y en el cerebro. Esto provoca un debilitamiento general de la vitalidad del cuerpo. el sistema nervioso, que es como el dueño de casa de todo el cuerpo, depende de la calidad del fluido vital y por esa vía determina el estado general de salud del individuo.
La sangre intoxicada conduce a la parálisis por adormecimiento de la energía nerviosa. Todo enfermo es, en grado variable, víctima del debilitamiento de su vitalidad por impureza y mala circulación de la sangre. Para hacer desaparecer cualquier dolencia es preciso purificar la sangre mediante buenas digestiones y activa eliminación cutánea, lo cual, como hemos visto, se logra congestionando la piel y refrescando las entrañas.
La sangre pura es alcalina, fluida de color rojo encendido y se manifiesta en una piel limpia, fresca y sonrosada, sin coloraciones desiguales, manchas ni venitas. Se puede apreciar el estado de la sangre de una persona en la garganta. Cuando el velo del paladar, la campanilla y las glándulas presentan un color rojizo más o menos pronunciado o aparecen inflamaciones de los tejidos, podemos afirmar que la composición de la sangre está maleada. La sangre maleada o impura es ácida, de color más oscuro y viscosa. Los ácidos que dominan en su composición son causa de irritaciones, inflamaciones y congestiones. Esta sangre se estanca, no circula correctamente y deposita sus impurezas en todo el organismo, especialmente en los puntos menos defendidos.
La sangre mala produce desnutrición e intoxicación general del organismo, por pobreza de elementos adecuados a la vida de la célula y abundancia de substancias tóxicas, lo que constituye el estado de enfermo. Por otra parte, las reacciones defensivas de los tejidos u órganos afectados por las materias morbosas, dan lugar a congestiones e inflamaciones que caracterizan la llamada enfermedad local.
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